Corría el verano del 2013. Lo recuerdo como si fuera ayer. 45 grados a la sombra. 43 grados en los 28 metros cuadrados que tenía el dos ambientes en el que vivía en ese momento. Con Julieta compartíamos el último helado de agua de palito que había quedado en el frezzer. 1% Frutilla. 99% Colorante. Riquísimo. El aire acondicionado andaba flojito. Mucho ruido y poco frio. También mucho sudor y una idea que lo iba a revolucionar todo. Algo totalmente inédito para la época. ¡Algo que iba a cambiar al mundo tal como se conocía hasta ese momento! “Hagamos remeras ilustradas serigrafiadas!!!” “¡TREMEEEENDOOO, me encanta! Tienen que ser a cinco colores” “Obvioooo 5 colores! Compremos la máquina (se llama Calesita y es ASÍ) y producimos acá, en el living (de 6 metros cuadrados)!!” “La rompemos mal!, ¿Google no nació así?, ¿En un garage?” “Ese fue Apple. Google no sé. Y esto no es un garage. ¡Pero la rompemos igual!”
Lo cierto es que ambos trabajábamos 9 hs. en una oficina y hacía rato que teníamos ganas de emprender algo juntos, algún proyecto ligado al diseño o la ilustración. Pero queríamos que fuese un producto. Algo físico. Y entre cataratas de sudor y exceso de colorante surgió la muy original idea de las remeras ilustradas. En ese tiempo yo dibujaba ASÍ. Lo curioso es que la idea de poner una Calesita (no es con caballos, ni autitos, para los que no saben ya les deje el link arriba) en el medio del living, compartiendo un reducidísimo espacio con una mesa, sillas, sillón, TV, armario, etc etc, no nos pareció descabellada hasta por lo menos una semana después. “Cinco colores capaz es mucho…” “…Y la calesita acá en el medio….” “….una boludez….no sé en qué estábamos pensando” “Tremenda boludez…voy a tener que hacer arreglar el aire…”
Por otro lado, además, conseguir remeras de calidad y de buen corte (sin tener que encargar lotes de millones de unidades) a un precio más o menos coherente, se estaba complicando, y parecía que Google/Apple se derrumbaba. Y acá es donde la historia tiene un hueco, porque la verdad es no queda claro quién de los dos propuso la idea de hacer cuadernos. Pero al instante nos gustó. Era algo simple, algo que nos interesaba como objeto, y que podíamos hacer sin una calesita en el medio del comedor. ¡Cuadernos serán! ¡Y no a 5, sino a 1 color! ¡Color negro! Algo más vintage. Uno dijo Vincent. El otro dijo Cousteau. El nombre salió rápido, y nos sonaba bien. El problema era que mis ilustraciones, como habrán visto, eran muy a color (ya les dejé arriba el link también), y además no sentíamos que la estética fuera con el tipo de cuadernos que queríamos hacer.
Paralelamente yo empezaba a interesarme por el Lettering y diseños más tipográficos, y dijimos: Vamos por ahí. Pero había una cuestión, yo era pésimo haciendo Lettering.
PÉ SI MO. Con ganas.
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